El instinto maternal es uno de los mitos más sólidamente asentados en nuestra cultura. Es una de las tantas expresiones de la dominación de la mujer cuya feminidad queda reducida en virtud de una supuesta inclinación innata a la maternidad. Por ella y para ella se define el ser femenino y se considera que la mujer no está completa hasta que no es madre. Este mito va acompañado de una larga serie de atributos: la mujer es pasiva dulce abnegada o si no responde al patrón establecido fálica histérica competitiva. Desenmascarar el mito equivale a preguntarse si no es posible que la maternidad sea tan sólo una función y como tal susceptible de ser o no ejercitada en virtud de una elección. El supuesto del instinto niega a la mujer la posibilidad del deseo incluso del deseo del hijo. Porque en definitiva a los hijos no se los quiere por instinto sino por amor.