En 1941, mientras Europa se ve devastada por la guerra y los nacionalismos, Stefan Zweig, exiliado en Brasil, encuentra en Montaigne un 'amigo indispensable', cuyos preceptos de templanza y moderación le parecen más necesarios que nunca. Zweig admiraba profundamente a Montaigne y traza una biografía emotiva y apasionante, en la que entrega, en hueco, su propio retrato en vísperas de su muerte.