
El hombre que se contradice. Ese es Mark E. Smith. "The post nearly man", como tituló a uno de sus discos en solitario, sigue sacando LP´S con una solvencia que desmiente su edad. Seguir la carrera de la banda te puede enfrentar a ti mismo. El tesón a la hora de buscar los discos de los de Manchester puede desaparecer como la niebla porque, literalmente, hay toneladas de canciones que ingerir. Como seguidor del grupo he tenido el placer de realizar exhaustivas búsquedas que podrían echar hacia atrás hasta al buscador con dedos sucios (limpien un poco, señores de las tiendas de discos de segunda mano) más pintado.
The Fall tienen cientos de canciones grabadas y editadas. Docenas de directos que se confunden con algunas de las portadas cutres con las que enfundan sus productos oficiales. Interesantes recopilatorios repletos de canciones que tan sólo han aparecido en singles de ínfima tirada. Singles exclusivos con demos. Maquetas de archivo. Y 28 álbumes oficiales. Producto tras producto apilado en enormes montañas de vinilo (y CD y DVD) hasta llegar al punto de tener que titular un álbum genuino THE REAL NEW ALBUM BY THE FALL. Además, como buen grupo mutante, y para haber sido acusados de ser técnicamente horrorosos, son capaces de ejecutar cualquier estilo de la música popular como si lo hubieran inventado ellos mismos. Sus tonadas pueden ser repeticiones mecánicas que ponen en solfa la estupidez actual. O agudos ataques rockabilly, o experimentación de cualquier tipo. A veces se les ven las costuras y es cuando más me gustan. Otras veces tocan la mejor canción del mundo. Ajetreada y deslabazada, pero inspiradora.
El cinismo de Mark E. Smith (“Rudo todo el tiempo” es el título de uno de sus singles) va más allá del famoso temperamento inglés (casi podría decirse que la flema británica la inventó él, o por lo menos, la adaptó para la era del punk). La palabra cool no tiene mucho que ver con estos músicos que parece que han cogido las ropas más arrugadas de su fondo de armario para lucirlas en las fotos promocionales. Su ausencia de carisma anti-fashion los convierte, como si se hubiesen convertido en la antítesis del emperador desnudo de la fábula, en uno de los pocos modelos a imitar en el agotado mundo del rock. Cuántas de sus canciones se parecen entre sí y cuánto me gustan. Cuántos los imitan y qué poco me interesan. Cómo chanan sus fotos de grupo, justamente porque no parecen uno.
Mark E. Smith es un bocazas, tiene el don de la diarrea verbal. Bombardea aquí y allá y acullá con opiniones que son casi clichés, dándolas la vuelta, apaleándolas. Siempre tiene una opinión para todo. Y siempre es interesante. Y mientras, el resto del grupo parecen marionetas que entran y salen de la banda. Nada más lejos de la realidad. Cada disco de The Fall son sus músicos. Cada disco de The Fall es Mark E. Smith. Cuando tocan buenos músicos, The Fall saca el mejor disco de la década. Si el grupo que respalda a Smith no es tan bueno, el disco se convierte en uno de culto.
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